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El Arquetipo del Cruce


El Arquetipo del Cruce

Por Horacio Grimaldi

Se trata de una forma arquetipal que está simbolizando, aquellas decisiones trascendentales en la vida, aquellas grandes Crisis Fundantes durante y luego de las cuales ya no nos es posible dar marcha atrás.

Normalmente, este Arquetipo aparece simbolizado ya en un cruce de aguas, como el Rubicón de César, desde donde lanza su famosa frase: "Allea jacta est", ya en una encrucijada de caminos.

Una vez que somos alcanzados por este Arquetipo, no podemos caer en la dubitación o el volver hacia atrás.

El Cruce, que es parte importante en este Mito, es el lugar de la elección entre el Mal o el Bien, es el ámbito en donde equivocarse, pero también en donde acertar, las invocaciones a los Dioses, y también a los Demonios, tienen lugar en cruces de caminos o en donde se halle presente el elemento acuático, esto no es casual, ya lo hacían los romanos, y antes que ellos los Griegos y los Chinos.

La encrucijada generalmente tiene una connotación simbólica muy fuerte porque se refiere no solamente al cruce de caminos, sino también a la forma de la Cruz, lo cruciforme. Hay todo un simbolismo en la Cruz, que ahora no voy a detallar pero que viene muy a cuento, en el sentido de que si se da una cosa semejante, lo que describiríamos como vivencia numinosa, podremos posteriormente llegar a una síntesis de esa actitud, pero ya nos será imposible hacer como si nada de esto hubiera pasado. 

Acá no hay un punto de retorno, o se continúa o se muere, espero que comprendan.

Esto simboliza el Arquetipo del Cruce, y es justamente en el Cruce, la encrucijada de caminos en donde va a pasar la escena que cataliza, en el sentido literal de hacer que se produzca todo este Mitologema, que es el siguiente:

Por un lado del camino viene la carroza tirada por los caballos, que simbolizan no solo lo instintivo sino mas que nada lo TANATIKOS, lo horrendo, la Muerte. Desde una de las infinitas acepciones que posee el símbolo.

Hace un tiempo, navegando por internet observe que era muy poco, casi nada, lo escrito sobre este importante arquetipo en español. El motivo del presente trabajo es tratar de paliar un poco esa falencia dada la importancia del mismo.

El arquetipo del cruce nos demuestra la transición entre una situación (la presente) agotada y el comienzo de una nueva situación.

Es uno de los arquetipos, más particulares dentro del mundo del Inconciente colectivo.

Nos indica, no solo la transición entre dos etapas de vida, sino también puede ser considerado como un ritual de iniciación, dado que sumerge, literalmente al individuo que transita este arquetipo en una situación absolutamente nueva.

Como la mayoría de los arquetipos, posee características que lo identifican, no obstante no ser la personificación simbólica de un ser animado como la Gran madre o el Anciano Sabio, este arquetipo, se refiere a una situación de vida y se entronca como veremos con los procesos sincronísticos.

El arquetipo del cruce tiene algunas características muy bien marcadas.

La primera de ellas, tiene que ver con la irreversibilidad, esto es, la imposibilidad de retornar a la situación previa, la cual se está abandonando.

Se trata de una imposibilidad, que, a menudo supera nuestro entendimiento y, marca un solo camino: Hacia delante.

La vuelta hacia atrás, consciente o inconscientemente, está vedada por circunstancias que pueden ubicarse tranquilamente en absolutas o estar más allá de lo controlable

Es por este concepto que considero al arquetipo del cruce como un ritual de transición hacia otro estadio de vida, que, considerando la polaridad que poseen los arquetipos, podrá ser mejor o peor que el estadio previo, o la situación, mejor dicho que se está abandonando.

En numerosas religiones y cultos se encuentran los rituales de transición, que, en general tienen que ver con la transición espiritual de un estadio al otro. Es común en las religiones occidentales, el Judaísmo, el Cristianismo y el Islamismo, la concretización de rituales (sacramentos) destinados a resaltar estas transiciones.

Los ritos de transición de las culturas contemporáneas incluyen las confirmaciones, los bautismos, bar mitzvahs, bat mitzvahs. Los ritos de transición implican cambios de status social, como el citado de joven a adulto o de novato a veterano. En términos más generales, un rito de transición puede señalar cualquier cambio de lugar, condición, posición social o edad.

Estos ritos presentan tres fases: separación, marginalidad y agregación. En la primera, las personas abandonan el grupo y comienzan a pasar de un lugar o status a otro. En la tercera fase, se reintegran a la sociedad, habiendo completado el rito. La fase marginal es la más interesante. Se trata del período entre uno y otro estado, el limbo durante el cual las personas han abandonado un lugar o estado, pero todavía no han entrado o se han unido al siguiente. Esta es la fase liminar del rito de transición.

La liminaridad tiene siempre ciertas características. Las personas liminares ocupan posiciones sociales ambiguas. La liminaridad puede estar marcada por una serie de contrastes con respecto a la vida social regular. Un ejemplo clásico de liminaridad es la adolescencia, en la cual, como su nombre lo indica, el Ser humano, “padece”, una marginalidad característica debida a la no pertenencia, dado que el adolescente no es aún adulto pero ya ha dejado de ser niño.

Un aspecto social muy importante de la liminaridad colectiva es el llamado communitas, un intenso espíritu comunitario, un sentimiento de gran solidaridad, igualdad y proximidad sociales. Las personas que lo experimentan forman una comunidad de iguales, subgrupos de pertenencia. Las personas liminares experimentan el mismo tratamiento y las mismas condiciones y tienen que actuar de la misma manera.

La liminaridad es parte de todo un rito de transición. En algunas sociedades pueden convertirse en una característica permanente de grupos particulares. 

El arquetipo del cruce, deviene en el punto sin retorno, que implica el pasaje de una situación a otra.

Esta característica, lo emparienta con las dos ansiedades básicas de Pichón Rivière, es decir la resistencia al cambio por la pérdida de una situación vieja y el temor a la intrusión de una nueva pero desconocida. 

Lo cierto que este arquetipo, tiende a surgir, cuando ya se ha agotado toda posibilidad de reacomodación de la situación imperante, por lo cual se asemeja, de alguna manera a un movimiento plutoniano.

Asimismo, tiene otra característica sumamente importante. No solo se constituye, como dije anteriormente en un punto sin retorno, sino también, que queda absolutamente imposibilitado el volver hacia atrás. El cruce es drástico y no deja posibilidad ni voluntaria ni involuntariamente de volver a la situación previa conocida. Es unívocamente terminante.

El arquetipo del cruce está imbricado con el concepto desarrollado conjuntamente por Wolfang Pauli y C.G. Jung de Sincronicidad, dado, que por lo general, suele surgir cuando está por devenir del evento sincronístico actuante, la Sincronicidad.


A este respecto, señalo que existen innumerables eventos sincronísticos, la mayoría de los cuales, ni siquiera receptamos en el plano consciente. Sin embargo, la Sincronicidad, que tiene como característica la “modificación total de la vida”, puede ser de naturaleza numinosa.

Cuando deviene entonces la Sincronicidad es relativamente común observar la irrupción como señal indicio del arquetipo del cruce que nos indica que estamos frente a la conclusión de un proceso sincronístico.

Existe una actitud infantil, propia del desconocimiento teórico, acerca de la Sincronicidad. Solemos creer que, en todos los casos se tratará de una experiencia trascendente, subjetiva, epífánica y que nos transformará elevando nuestra espiritualidad.

Esto no necesariamente es así, sino que el encuentro con la Sincronicidad, es, como dije, de naturaleza numinosa, o sea que la experiencia trascendental, espiritual se hará de todas formas, aún desde lo que denominaré “el dark side”, el lado obscuro, que todo arquetipo tiene en si.

Una correcta interpretación del arquetipo del cruce, precisamente, puede arrojar luz, sobre la forma en la cual el sujeto se verá atrapado por el elemento arquetipal que devendrá de la Sincronicidad.

Este arquetipo tiene, entonces un valor iniciático marcado, y con el cual, numerosas religiones han conformado rituales.

Otra característica del arquetipo del cruce, marcadamente particular, suele ser, la irrupción del elemento “agua”, en cualquiera de sus estados: sólido (nieve); líquido o gaseoso (vapor o neblina).

El arquetipo del cruce es una situación descriptiva en torno a objetos inanimados. Concretamente en este caso en elemento agua, en cualquiera de sus tres formas posibles: vapor (gaseoso), líquido o nieve (sólido)

En efecto, volviendo a los ejemplos religiosos, encontraremos que en todas las ceremonias rituales mencionadas, se encuentra el elemento agua, ya sea en el sacramento del bautismo católico, o el bautismo anabaptista con inmersión total en el agua. En el hinduismo, para apartarnos un poco de las religiones occidentales, lo cual verifica la valides universal de este arquetipo, el Río Ganges fue creado por el Dios Brahma recogiendo el sudor del pié de Vishnu y lo personifica la diosa Maa Ganga, madrastra de Karttikeya, hijo de Shiva y Parvati. Para los hindúes el Ganges es un río sagrado y una inmersión en el río depura un pecado y cuando se echan en él las cenizas de un difunto se rompe el ciclo de la reencarnación.

Sobre el elemento agua, Jung dice:

... Pero cuando el espíritu se vuelve más pesado se convierte en agua, y así el intelecto se apoderó del trono que antes ocupaba el espíritu. El espíritu sí puede atribuirse la patria potestas sobre el alma, pero no el terrenal intelecto, que es una espada o un martillo del hombre y no un creador de mundos espirituales, no un padre del alma. (...)

El camino del alma que busca al padre perdido, como Sophia a Bythós, conduce por eso al agua, a ese espejo oscuro que está en su base. Quien ha elegido para sí el estado de pobreza espiritual, verdadera herencia de un protestantismo vivido hasta las últimas consecuencias, ha alcanzado el camino del alma, que conduce al agua. Esa agua no es entonces una expresión metafórica sino un símbolo viviente de la oscura psique. Lo ilustraré con un ejemplo, tomado entre muchos:

Un teólogo protestante tuvo repetidas veces el mismo sueño: se encuentra en una pendiente, abajo hay un profundo valle y en éste un lago oscuro. Sabía, en el sueño, que hasta ese momento algo le había impedido acercarse al lago. Pero esta vez resuelve llegar hasta el agua. A medida que se acerca a la orilla, todo se vuelve más oscuro e inquietante y de repente una ráfaga de viento se desliza rápidamente por la superficie del agua. En ese momento se siente poseído por el pánico y se despierta.

Este sueño muestra el simbolismo natural. El soñador desciende a sus propias profundidades, y el camino lo conduce a unas aguas misteriosas. Allí ocurre el milagro del lago de Bethseda: desciende un ángel y agita el agua, que entonces adquiere poder curativo. Es necesario el descenso del hombre hasta el lago para provocar el milagro de la vivificación del agua. El hálito del espíritu que sopla sobre ella es empero inquietante, como todo aquello que no es causado por uno mismo o cuya causa se desconoce. Así se pone de manifiesto una presencia invisible, un numen al que no ha dado vida la expectativa humana y que tampoco es producto de la voluntad. Vive por sí mismo, y entonces un estremecimiento asalta al hombre, para el cual el espíritu siempre fue sólo algo en que uno cree, algo que uno hace, algo que está en los libros o de lo cual la gente habla. Por ello, cuando se manifiesta espontáneamente se lo ve como un espectro y el entendimiento ingenuo es presa de un miedo primitivo. Así me describieron los viejos elgonyi de kenya la acción del dios nocturno, que ellos llaman el "hacedor del miedo". "Llega hasta ti -me dijeron- como una ráfaga de viento frío, y tú te estremeces; o das la vuelta silbando entre el pasto alto"; un Pan africano que en el fantasmal mediodía ronda tocando la flauta y asusta a los pastores.

Así también asustó el hálito del pneuma* en el sueño a un pastor, a un pastor de la grey, que en la noche oscura pisó la orilla juncosa del agua del profundo valle del alma. Ese espíritu antes ígneo había bajado hacia la naturaleza, hacia el árbol, la roca y las aguas del alma, como ese viejo del Zarathustra de Nietzsche, que cansado de la humanidad se fue al bosque para gruñir junto con los osos en honor del Creador. Si se quiere desenterrar el tesoro, la preciosa herencia del padre, hay que recorrer el camino del agua, el camino que siempre desciende. En el himno gnóstico al alma, el hijo es enviado por los padres a buscar la perla perdida de la corona del padre. Esa perla está en el fondo de una profunda fuente cuidada por un dragón, en Egipto, en el concupiscente y ávido mundo de las riquezas físicas y espirituales. El hijo y heredero parte en busca de la joya y se olvida a sí mismo y olvida su tarea en la orgía de los placeres mundanos egipcios, hasta que una carta del padre le recuerda cual es su deber. Se encamina hacia el agua y se sumerge en las oscuras profundidades de la fuente, en cuyo fondo encuentra la perla que finalmente ofrece a la divinidad suprema.

Este himno, atribuido a Bardesanes, surgió en una época semejante a la nuestra desde más de un punto de vista. La humanidad buscaba y esperaba; y el pez de la fuente- levatus de profundo- se convirtió en símbolo del Salvador. Mientras escribía estas líneas recibí una carta de mano desconocida, procedente de Vancouver. El autor está asombrado ante sus sueño, cuyo tema es siempre el agua: "Almost every time I dream it is about water (...)".

El agua es el símbolo más corriente de lo inconsciente. El lago en el valle es lo inconsciente, que en cierto modo está dentro de la conciencia, por lo cual es también designado con frecuencia como lo "subconsciente" a menudo con el desagradable matiz de conciencia de menor valor. El agua es el "espíritu del valle", el dragón del agua del Tao cuya naturaleza es similar al agua, un Yang integrado en el Yin. Psicológicamente agua quiere decir espíritu que se ha vuelto inconsciente. (...)


Arquetipos e inconsciente colectivo. C.G. Jung

Fuente: https://www.fundacion-jung.com.ar/cuadernos/cuaderno%2016bis.htm