Psicoterapia 3D, un nuevo enfoque holístico en la clínica psi.
Este trabajo esta tomando en parte de mi artículo “Ataque de pánico ¿Qué es y cómo sanarlo?” debido a que el tipo de psicoterapia que allí aplico, en términos generales, es el mismo que para el resto de las dolencias psíquicas, más allá de los ejercicios puntuales y direccionados a cada dolencia, que se pueden suministrar en cada caso.
Tres cerebros, tres tipos de técnicas
Para comprehender cómo sanar distintas dolencias psíquicas, cómo lo son los ataques de pánico, las fobias, las neurosis y distintos problemas del carácter, primero hay que saber cómo funciona la mente, y para esto se debe tener algún conocimiento sobre su soporte físico, el cerebro. Esta tendencia “fisicalista”, digamos, no escapa al interés del psicoanálisis, por más que este parezca hoy en día más filosófico que científico. Recordemos que Sigmund Freud era un neurólogo ávido en este tipos de temas, por esta razón escribió una de sus obras más significativas para la ciencia moderna del comportamiento, el “Proyecto de una psicología para neurólogos” (1895).
Dice la neurociencia moderna que a nivel cerebral el ser humano es un ser tricerebral. Nuestro cerebro es tripartito o por decirlo de otra forma, tenemos tres cerebros. Esto se apoya en el modelo del “cerebro triúnico” o “cerebro triuno”, propuesto por Paul MacLean.
Tomando el orden de aparición evolutivo, el primer cerebro es el “cerebro básico” o “reptiliano”, su localización es en la parte posterior de la caja craneana con prolongación directa a la médula espinal (en la imagen: “cerebro de reptil”), el cual forma parte del sistema nervioso central y se comunica con los otros dos cerebros por medio del sistema reticular, primero hacia el segundo cerebro y luego hacia el tercero. De modo que el hombre cerebral es primero sensación y percepción, a través de los sentidos. Es el cerebro reptiliano el que se encarga de nuestros movimientos más básicos y reflejos. Desde el punto de vista de la psicología transpersonal este cerebro está en relación con el “centro” gurdjieffiano “instintivo-motor” y la “funciones de la sensación” de la psicología analítica de Carl Gustav Jung.
El segundo cerebro, el límbico o mamífero (en la imagen: “cerebro de mamífero”), está ubicado debajo de la neurocorteza, detrás de la nariz. Encargándose de los sentimientos. Este cerebro gobierna lo que es llamado en algunas ramas de psicología transpersonal el “centro emocional” y la “función del sentimiento” de Jung.
El tercer cerebro es el denominado neocórtex, tiene por función principal el pensamiento y es el que diferencia a los humanos del resto de los animales, por eso se lo llama también cerebro humano (ID. en imagen). Son los pensamientos capaces de dilucidar todo tipo de problemáticas. Este cerebro gobierna al “centro intelectual” de la psicología transpersonal de la “posible evolución humana” de Gurdjieff, y la “función del pensamiento” de la psicología analítica junguiana.
Ahora bien, de esta división, propia de la neurociencia, más allá de la preocupación positivista del dónde y del cómo, más bien nos interesa pensarla como tres aspectos intrínsecos del ser humano, de su mente, los tres “pisos” nominados así por G. Gurdjieff. Cada “piso” tiene su propio lenguaje, su propio cerebro, sus propios problemas y patologías. Consecuentemente a cada piso le debe corresponder un tipo de psicoterapia distinta, y en ocasiones un tipo de diagnóstico diferencial pero complementario.
Es mi postulado que comporta un error metodológico la utilización de técnicas psicoterapéuticas que aborden un solo aspecto, o dos, de los arriba mencionados, dejando por fuera los otros. Es decir, algo que no contemple la integridad de los tres pisos notados como centros instintivo-motor, emocional e intelectual sería incompleto para un tratamiento integro de la psiquis, se incurriría en las desventuras clínicas que mencionaré en los títulos subsiguientes.
Con el propósito de abarcar estos distintos aspectos de la mente humana se impone la necesidad de amalgamar diferentes teorías y prácticas para una terapia integral, lo que no es sino algo propio de la preocupación junguiana en la clínica. Una psicoterapia que no se comporta sólo como multi e inter, sino que también como intra y transdisciplinaria, ya que no solo intercambia conocimientos con otras disciplinas, sino que es compuesta por ellas, incorporando métodos aledaños trascendiendo su propia disciplina y la disciplinariedad en sí. Clínica a la que denominaré Psicoterapia Tridimensional.
Centro Intelectual: Neocórtex, “psicoanálisis y más análisis”
En este aspecto de la clínica se aborda la comprensión intelectual o racional de lo que le pasa a un sujeto. Si bien se puede realizar desde todo tipo de teorías modernas y tradicionales, en el caso de la psicoterapia, la más utilizada en los últimos 100 años es el psicoanálisis. Y la que a mí me toca deriva de éste, el análisis junguiano. Métodos formidables para comprender la etiología y diagnosticar certeramente… Pero (hay un pero), como lo demuestra la práctica y la concurrencia de decenas de pacientes a mi consultorio, y al de conocidos, rezando la misma oración, palabras más palabras menos: “Lo entiendo intelectualmente, pero no puedo abandonarlo“, deja evidenciada una falta no menor, y subestimada muchas veces por psicoanalistas clásicos en su metodología.
El mismo Freud se lo preguntaba, “¿análisis terminable e interminable?”, tanto es así que este párrafo no es sino el título de uno de sus más famosos e interesantes textos de 1937. En el que luego de teorizar y experimentar sobre distintos artilugios para acortar el análisis, tales como el trabajo con la designada angustia de nacimiento propuesta por Otto Rank, o la fijación de un límite de tiempo para el análisis. Y por último, al no obtener el éxito buscado, deja el campo abierto a nuevas investigaciones que sean más efectivas en esta dirección a futuro.
Muchos temas son abordados en dicho artículo, la envidia al pene, la pasividad de los hombres hacia otro macho, la alteración yoica, pulsión de vida y Eros, factores cuantitativos, hereditarios y traumáticos, etcétera. Pero siempre lo más importante resuena con el título sin resolverse. Entonces, esto nos lleva a concluir que, en palabras de la psicoanalista Miriam Figliuolo, “tal formalización (freudiana) de un tope estructural a la curación dejará las vías abiertas a nuevas perspectivas de interrogación, y será Lacan quien, con su lectura de Freud, avanzará ofreciéndonos otras salidas a este impasse freudiano”.
Aunque, como sospechamos, esto no es tan así ya que lejos están muchos de los sagaces lacanianos de reducir tiempos. Aunque sí reducen las mismas entrevistas, al son de “duración variable de sesión” o “sesión corta”, arguyendo que “el inconsciente es atemporal” y en pos de una supuesta “dialectización transferencial”, interrumpen las sesiones, timando a sus pacientes con entrevistas a veces menores a 10 minutos. Cosa que, hoy es sospechado, que el ariano Jacques no aplicaba sino para atender un número mayor de pacientes y así tener más discípulos, ergo más reconocimiento y poder en el mundo psicoanalítico de la segunda generación emergente… pero bueno eso es tema de otra discusión. En mi caso, sí utilizo la “duración variable de sesión” pero nunca así la “sesión corta”, ya que considero que siendo verdad que el inconsciente es atemporal y que es bueno poner un coto a cada sesión en el momento justo, no es justo, valga la redundancia, especular con la buena predisposición, el tiempo y el bolsillo de los sufrientes. Por esto mis entrevistas no duran menos de 45 minutos, y casi nunca más de una hora y media.
Ahora, esto de la duración de cada sesión no era el tema de preocupación de Freud allá y entonces, ni el mío aquí y ahora para este artículo, sino que la duración total del tratamiento... En conclusión, ya sea por conveniencia o desacuerdo, pocos osaron ahondar en tales nuevas perspectivas de interrogación. Y digo “conveniencia” sí, ya que al hacer el frío cálculo, un paciente acudiendo a análisis por más de 20 o 30 años, según honorarios, equivale a un humilde departamentito suburbano… Quizás la asociación libre no sea tan libre al fin y al cabo, tal vez (seguro) opere la censura, resistiendo, obturando y direccionando el discurrir inconscientemente, por más sumiso que desee o pretenda ser el paciente. Tal vez la atención flotante no sea tan flotante, sino que la contra transferencia, y la pulsión de supervivencia, puedan inmiscuirse en el caso. Puede que esto explique menuda religión no-dominical pero sí confesionaria de diezmo y diván, con sus profetas y santos. Habrá entonces que agregar algo del orden de la eficiencia a este, “un método peligroso”, para ganar en eficacia, reduciendo tiempos e inversión. Y quien más que un psicoanalista puede decir “time is money!“.
Hablemos entonces a continuación de ese “algo” que aquí propongo.
Centro Emocional: Límbico, “soñar no cuesta nada”
El lenguaje de las emociones no es verbal sino imaginal, no son las palabras sino las imágenes la lengua que utiliza el sentimiento. Hay imágenes visuales, imágenes auditivas e imágenes sensoriales en nuestra memoria, las que expresan nuestros sentimientos… Pregúntenle sino a un productor hollywoodense, ¿qué es lo que nos emociona de una película o un relato? Contactar con su imagen. Su significado más valioso está en el retrato y no en el texto… ¡No amamos con palabras!
Esto es algo reconocido implícitamente por el psicoanálisis. Por ejemplo Emilio Rodrigué, un reconocido psicoanalista argentino y a mi entender el mejor biógrafo de Freud, en su celebre libro “El siglo del psicoanálisis” decía que “una de las claves de la técnica analítica: las imágenes logran una nueva inscripción al articularse con la palabra.” Y otro psicoanalista y científico argentino, el Dr. Pedro Geltman, menciona en su libro “Rigor epistemológico y teoría psicoanalítica” que “las palabras esconden una síntesis compleja de vivencias asociadas mediante la sedimentación de imágenes (…) Aquí el conocer es un sentir, es un percibir afectivamente.” Es muy recomendable el libro de Geltman que desarrolla el tema, y existe extensísima bibliografía que avala este hecho de que el lenguaje profundo de nuestro inconsciente esta compuesto de sentimientos e imágenes, no de palabras, sino que estas se agregan con el logos en niveles superiores del desarrollo y la mente.
Tales imágenes son las que a veces provocan impactos emocionales que cambian radicalmente nuestras vidas. Nuestro inconsciente más profundo, así como nuestra más temprana niñez, no está hecho sino de imágenes, es por esto que no soñamos palabras sino imágenes. Y son, la clínica junguiana, mediante su imaginación creativa y su hermenéutica onírica, y la clínica sistémica, con su hipnosis moderna o ericksoniana, a mi humilde entender, las psicoterapias que más y mejor trabajan en este segundo piso, centro emocional o plano mamífero.
La experiencia clínica demuestra que los problemas que mayormente traen los pacientes no son de índole intelectual. No comportan estupicias, afasias o retrasos mentales, sino que son estrictamente trastornos emocionales. Entonces, al querer la psicoterapia psicoanalítica abordarlos exclusivamente desde una óptica intelectual, con el lenguaje propio del intelecto y el neocórtex –las palabras- rara vez se “toca el hueso”, el núcleo queda inalterado, imposibilitando una transformación sincera, se tarda añares en llegar a la imagen. Hete aquí la contrariedad de entender algo intelectualmente pero no poder dejar de hacerlo así. El problema del eterno diván, pero no hay más ciego que el que no quiere ver… La patología del neurótico promedio radica en lo emocional, y como tal se le debe “hablar” en el lenguaje apropiado: las imágenes.
Pero el padre del psicoanálisis descartó la hipnosis, hoy en día una demostrada vía regia de acceso al inconsciente-conscientemente, ¿Por qué? Debido a que no encontró en ella soluciones radicales. La culpa no fue de la hipnosis misma, sino del tipo de sofrología que él utilizaba y de cómo lo hacía: Por un lado, es sabido, confesado por el mismo Maestro, que no era buen hipnotista, de hecho no soportaba la atención sostenida de otros sobre sí (de allí nace el diván). Por otro lado, la hipnosis clásica aprendida por éste con Charcot en la Clínica de la Salpetriere es de carácter imperativa, es decir, que por más que se hipnotice correctamente al paciente se trabaja con órdenes verbales directas, no con imágenes sugestivas como en la hipnosis moderna. La hipnosis clásica tampoco es aplicable a todo sujeto, alrededor de solo el %10 de una población es hipnotizable por métodos directivos como aquellos. Y por último, este tipo de sofrología lleva a los pacientes a un trance profundo tal que las resistencias no afloran y no se puede trabajar con ellas, lo que es uno de los puntos más importantes a elaborar en un análisis.
La escuela francesa de Nancy, propia de la clínica homóloga, antagónica a la de la Salpetriere, desarrolló otro tipo de hipnoterapia, menos invasiva, más sugestiva que imperativa. Esta fue retomada a posteriori por Milton Ericsson, y en general es hoy denominada como hipnosis moderna. Con ella se trabaja con distintos métodos de entrada en trance a través de la imaginación, los cuales no desembocan sino en un trance medio, lo que permite la labor con las valiosas resistencias. Este tipo de hipnosis bien aplicada y llevada con un tratamiento integral produce cambios profundos y duraderos en las personas, ya que se visualizan conflictos hondos en breve tiempo, permitiendo un rápido diagnóstico, elucidación etiológica y terapia más breve. A lo que el psicoanálisis ortodoxo suele demorar años en arribar, y si no es así inculpar de “furor curandis”.
La hipnosis moderna habla el lenguaje de las emociones, que es donde está el corazón de los conflictos neuróticos. Y dentro del ámbito junguiano, siendo análoga a la hipnoterapia moderna, encontramos a la “imaginación activa”.
¿Pero no es acaso la hipnosis un método maquillaje? Claro… eso es lo que enseñan en las universidades gobernadas por monopolios teóricos psicoanalíticos, tales como la Universidad de Buenos Aires (UBA). En las cuales poco y nada enseñan y saben sobre teorías y técnicas diversas al psicoanálisis, pero no reparan en desmedrar cualquier alternativa desconocida. Cual dogma del “porque así lo dijo F.”, defenestran el criticar con desconocimiento profundo de las grandes teorías freudiano-lacanianas, pero no se refrenan el desmedrar contra autores desconocidos por ellos, juzgándolos apresurada y peyorativamente de “psicoterapias”, como quien mira por encima del hombro a un pobre desvalido.
En el caso de la hipnoterapia propuesta por Charcot en la clínica de la Salpetriere, y luego continuada como hipnosis clásica, la respuesta a aquel interrogante es sí. Aunque a veces, siempre pasa, especialmente cuando de “síntomas cascaron” se trata, resultan del todo efectivas. Pero la hipnosis moderna cala en capas profundas del la psiquis, en la niñez, honduras que no están compuestas sino por imágenes. La realidad y “nosotros estamos hechos de la misma materia que los sueños“, máxima de William Shakespeare que luego las neuro ciencias vendrán a corroborar experimentalmente, verificando que se producen los mismos fluidos y movimientos neuronales al soñar con algo que al verlo en la realidad. ¿Increíble no? Ya lo decía Lacan, a su modo arrogante pero cierto, que “sólo los idiotas creen en la realidad del mundo, lo real es inmundo (sin mundo) y hay que soportarlo”. Pero esto también es material para otro tratado.
Además de los métodos hipnóticos, podemos nombrar otros tantos, que utilizados en concomitancia con una clínica que examine la psiquis profunda llegan a ser igual de efectivos. Quiero destacar entre ellos al EMDR (eye movement desensitization and reprocessing – desensibilización y reprocesamiento por movimientos oculares) e invitarlos a leer un articulo de mí autoría sobre el tema. Éste resulta uno de los procedimientos más destacados por estudios de validación. Similar a éste, y muchas veces utilizados a la par, es el EFT (emotional freedom technique – técnica de liberación emocional).
Otra técnica destacable es la mencionada interpretación de los sueños como hermenéutica onírica, y dentro de ello la realizada bajo la pericia analítica junguiana, superlativa frente a la psicoanalítica, afirmación que no parte de mi persona, ni de junguianos, sino que de la experiencia de mis pacientes, desde sus propias declaraciones e incluso del mismo mencionado psicoanalista, Emilio Rodrigué.
Es fundamental relevar, y no me canso de aclararlo, que acudir a estos instrumentos sin un análisis profundo de lo tratado en el apartado centro intelectual –neocortex– sólo produce alivios sintomáticos fugaces, tan rápidos como efímeros. Escuché una vez a un viejo sabio del sufismo, en el contexto tradicional de interpretación de sueños ritual, decir que “cuando uno puede explicar su problema clara y sinceramente, es por que está muy cerca de resolverlo“.
Instintivo-motriz: Básico-reptil, “te ganaras el pan con el sudor de tu frente”
En mi criterio todo lo anterior quedaría incompleto sin el punto que ahora nos toca. La sutura de la acción. La utilización de la voluntad y su fortalecimiento. Es importante saber que si no hay voluntad de parte del paciente no habrá cambios. Muchos dolientes acuden a psicólogos, terapeutas, chamanes o brujos en busca de soluciones mágicas. Que el mago saque un conejo de la galera y él o sus circunstancias cambien repentinamente con un toque de varita, sin ningún esfuerzo de su parte, milagrosamente. Nada más lejos de la realidad. Y nadie lo parabolizó mejor que Jesús cuando dijo: “Te ganarás el pan con el sudor de tu frente“.
Pongamos una analogía más moderna: es como realizar un bypass gástrico a un paciente, quien luego de los cuidados del postoperatorio lentamente comienza a consumir el mismo tipo de alimentos, de la misma forma y en la misma cantidad que lo hacía antes de la maniobra, a la sazón el estómago poco a poco volverá a tener su tamaño anterior, la operación habría sido en vano o incluso debido a la cisura la situación podrá empeorar.
Empero, volviendo a la psicoterapia y los trastornos psicológicos, existen casos excepcionales en los que los síntomas se sedimentan en capas superficiales del aparato psíquico, lo que en psicología sistémica se denomina “síntoma cascarón”. En estos casos con una terapia direccionada, el mal desaparece muy rápidamente. Cuento con experiencias de sanar ataques de pánico en tres, dos y hasta en una sola consulta, sin retoños a posteriori. Casos tratados mediante hipnoterapia o simplemente con el tradicional método catártico de abreacción descubierto por Breuer, ayornado y profundizado por Freud cómo asociación libre y luego Jung con otras técnicas similares pero basadas en imágenes, como la imaginación activa y las preguntas concéntricas, entre otras. Aquí, tan sólo con la convocación de los recuerdos que dieron nacimiento al trastorno mediante símbolos imaginales o discursivos se libera la tención acumulada y el paciente se cura, o al menos se deshace del síntoma. Pero estos no son sino excepciones a la regla. Pero la norma amerita un tratamiento algo más prolongado, de 4 a 18 meses para estas dolencias particulares en mí clínica. En la cual se requiere la puesta en práctica de la voluntad del paciente, lo que implica ciertos sacrificios. Y esencialmente el descubrimiento de su defecto principal de carácter, lo que es tratado de otro artículo el cual aconsejo su lectura.
La terapia cognitivo conductual trabaja excelentemente en el ahora abordado plano reptil. En mi caso, este terreno no lo aro sino con unos denominados “rituales de sanación”. Si bien, dicho término ha sido acuñado por brujos y hechiceras para realizar curaciones, exorcismos y hasta amarres o “uniones de parejas”, lejos estoy yo de manchar con esas quimeras mi licenciatura universitaria. Denominados también simplemente “rituales”, estos no consisten sino en actos, metafóricos o explícitos, que un terapeuta da a sus pacientes, cual tarea para el hogar, para ayudarle en un ejercicio de fortalecimiento volitivo a luchar contra hábitos y rasgos de carácter negativos o vivenciados como detestables por ellos mismos.
Dicha suerte de rituales han sido abordados por escuelas de todo tipo, chamánicas, psicológicas, espirituales, esotéricas, astrológicas, taróticas, budistas, sufis, taoistas y más. Denominándoles de diferentes maneras, tales como ejercicios, tareas, trabajo sobre sí, rituales, actos metafóricos, actos psicomágicos, psicomágia, lucha interna, gran guerra santa, y más. Con el talante común de ser tareas en las que se trata de poner el cuerpo, yendo a contra pie de una 1°-“mecanicidad” resultante de la 2°-“alteración del yo”.
El primer término entre comillas es tomado de lo que podríamos denominar la psicología del Cuarto Camino, creada por George Gurdjieff, a la que él llamó “Sistema”, remite a los hábitos mecánicos que se disparan en una persona por los rasgos que se han adherido, adquiridos y heredados a su ser en el devenir de su vida. Lo que según este autor nos mantiene en un estado de “sueño” o “autómatas” la mayor parte del día o de nuestras vidas. Justamente, por esta condición de autómatas (hombres-maquinas) prefiere designar un “Sistema” más que una psicología… Durísimo, ¿no?
Y aquel segundo término entre tildes es tomado del psicoanálisis (justamente del ya mencionado artículo de 1937, principalmente) y designa a “un conjunto de limitaciones y actitudes anacrónicas adquiridas por el yo durante las etapas (de) conflicto defensivo (a consecuencia de la introyección de los mecanismos de defensa), y que repercuten desfavorablemente sobre sus posibilidades de adaptación (ya que se produce una reproducción inadaptativa y patológica actual)” (Diccionario de Psicoanálisis–Laplanche). Vulgarmente hablando: nuestros modelos y patrones de conducta que luego de aprendidos no podemos dejar de reproducir, ya sea por pereza motriz o intelectual.
Dar un abrazo a la madre o al padre, golpear una foto de ellos; hacer cierta dieta o deporte; salir a buscar trabajo; hacer un listado de carreras que le gustaría realizar, o de cosas; escribir una carta; hacer ciertos ejercicios de respiración yogui, alotrópicas o sufis; visitar alguna tumba; rezar por alguien; insultar una foto de alguien; crear un frasco de insultos, o de otra cosa; cometer errores voluntariamente en público; esforzarse por hacer bien algo; pedir dinero prestado cual un mendigo; e infinidad de ejemplos más son los que pueden ser brindados como rituales de sanación. Todo depende de la subjetividad y del cuidado de ésta que cada quién requiera, ya que en esto no hay aspirina para todos, ni mucho menos citalopram.
La voluntad es un músculo que hay que ejercitar, ¡y para esto se requiere un buen personal trainer! Y se debe conocer la polaridad opuesta entre ganas y voluntad: mecanicidad o libertad, respectivamente. Aunque la gente de los tiempos modernos llamemos libertad a la “ley de la gana”, lo que a la larga nos deposita sentaditos en el diván. Ya lo decía Epicteto, “nadie es libre si no es dueño de sí“, y no es dueño de sí quien no se conoce, y no se conoce quien no se estudia.
Dentro de esto también existe otro tipo de rituales, ya no “explícitos” sino que se comportan como unos actos metafóricos, a los cuales el genio artístico de Alejandro Jorodorowsky nominó “Psicomágia”. ¿Qué es la psicomágia? Es sabido que un sueño es una metáfora de “otra cosa”, por eso debe ser decodificado. Su mensaje, cual encargo hermético viene cifrado, alterado mediante la censura de nuestra moral superyoica. A la sazón, rituales tales como escribir una carta a un padre difunto en presencia de su foto o su tumba; caminar por una calle repleto de stickers con todos los insultos que nuestra madre nos decía, y luego quemarlos en una hoguera junto a una foto de ella, y muchísimos más, son mensajes que enviamos a nuestro inconciente en el mismísimo lenguaje que éste utiliza para enviarnos los suyos; metáforas, imágenes, alegorías… hermenéutica onírica. Produciendo una verdadera comunicación epistolar con nuestro mundo profundo para así acceder a él y transmutar sus contenidos.
Me gusta pensarlo de la siguiente manera, si uno quiere aprehender a tocar bien el piano primero hay que desaprender lo mal aprendido, lo cual es mayúsculamente más difícil que solamente aprender. Por lo tanto, no alcanzaría con ir a un profesor sólo una vez por semana una hora, se requieren ejercicios semanales para corregir los malos hábitos, vicios posturales, etcétera. Ergo, si esto es así con un instrumento musical, muchísimo más lo será cuando el instrumento es portentosamente más complejo como lo es la mente humana.
Lic. Gastón Gandolfi.
Psicólogo UBA
www.gastongandolfi.com
info@gastongandolfi.com